jueves, 25 de marzo de 2010

ANEMIA


La anemia puede definirse como la disminución de los glóbulos rojos de la sangre o de su contenido de hemoglobina, la que resulta insuficiente para el normal transporte de oxigeno a los tejidos.

Las anemias pueden clasificarse teniendo en cuenta diversos aspectos, pero una de las más utilizadas es la que considera las causas de la misma; dividiéndolas en regenerativas (la médula ósea conserva su capacidad para producir los elementos de la sangre) y arregenerativa (donde la médula ha perdido dicha capacidad). Dentro de las regenerativas encontramos las anemias por pérdida sanguínea (hemorragias, grandes pérdidas menstruales en las mujeres, etc.) y las denominadas anemias hemolíticas, por destrucción de los glóbulos rojos. Las arregenerativas se producen por alteraciones en las células madres progenitores de la médula ósea, fundamentalmente por déficit de hierro o de vitaminas o una dificultad en la utilización de los mismos, como ocurre en las enfermedades de larga evolución.

Cuadro clínico
Las manifestaciones clínicas van a depender de la magnitud de la anemia, de la velocidad con que se desarrolló y de la existencia de enfermedades asociadas. Se producen como consecuencia de los mecanismos de adaptación, que tratan de aumentar el transporte de oxígeno a los tejidos.
Si bien en muchos casos puede no producir síntomas, comienzan frecuentemente con desgano, debilidad y cansancio progresivo. Aparecen palpitaciones, falta de aire e intensa sudación con el ejercicio. También es común cambios en el carácter con irritabilidad y disminución de la libido. Pueden referir falta de concentración y memoria para los hechos recientes. Si el cuadro se instala bruscamente puede aparecer insuficiencia cardíaca o agravarse una ya existente. Los dolores de cabeza, mareos, vértigos y calambres en las pantorrillas, son síntomas frecuentes que motivan la consulta de estas personas. Algunas refieren malestar abdominal, con dolor y pesadez luego de las comidas.
Un hecho característico es la palidez de la piel y las mucosas, por la disminución del flujo sanguíneo en la piel para redistribuirlo a órganos más nobles (cerebro, corazón y músculos).

Tratamiento

Va a depender de la causa. En caso de hemorragia es fundamental tratar la causa que la originó; en raras ocasiones es necesario transfundir concentrados sanguíneos.

En la mayoría de los casos, basta con la administración de hierro por vía oral; el más utilizado es el sulfato ferroso. La absorción intestinal de hierro puede facilitarse con la ingesta simultánea de algunas sustancias (carnes y pescados) y si se ingiere en ayunas se absorbe mejor.

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